Oficina de la Doctora Adams

Entré en mi oficina, seguida por las dos chicas. Les señalé dos butacas para que se sentaran mientras yo me sentaba en el escritorio.

-Dime tu nombre.- le dije mientras cogía un bolígrafo para escribir.

FDR: debo irme ya, haced lo que queráis con mi pj, ya os seguiré como pueda.

Seguimos a la doctora hasta su despacho, y nos sentamos en las sillas que estaban en su delante.
- Isabella Swan - conteste ante su pregunta. Mientras ella anotaba todos mis datos, saco los elementos necesarios para comenzar las curaciones. No sabia que es lo que me estaba poniendo, liquidos en mi mano, mientras que con una gasa frotaba la palma de mi mano. Sentia un dolor horrible. Las lagrimas a punto de salir de mi rostro, que fea sensacion. Por lo menos ahora sabia que cuando ese de nuevo en la cocina tenia que estar consentrada en mis labores y no estar pensando en otra cosa mas. Termino las curaciones y vendó mi mano. Mientras me decia: - Vuelva en una semana para ver como va - Me pare del asiento, y le tendi mi otra mano buena para saludarla. - Muy bien, muchas gracias doctora - trantaba de ocultar el dolor, esperaba que funcionara. - En una semana regreso. - Le dije y Renesmee tambien saludo a la doctora, mientras ella salia de alli, como cual niña, pegando saltitos. - Oye Kelli comportate, estas en un hospital. - Y comenzamos a ir hacia el estacionamiento.

Apunté todos sus datos y saqué todo el material. -Siéntate aquí para que pueda curarte bien.- comencé a curarle la mano, sonriendo cuando vi que intentaba ocultar el dolor. -No pasa nada si te duele, llora si lo necesitas. Te purifica.- le dije. Cuando terminé, le vendé la mano y le dije que volviera en una semana. Esa quemadura había que vigilarla bien por si acaso. Nos dimos un leve apretón de manos y le contesté: -Hasta la semana que viene, Isabella. Dile a tu hermana que si está muy cansada que no hace falta que venga, que yo me quedo por ella esta noche.- me reí cuando las vi salir, la más pequeña iba saltando, e Isabella riñéndole. -No te preocupes, no hay nadie aquí, excepto los enfermos y yo. No la voy a echar del edificio a patadas solo por dar saltos.- y entré en mi oficina, sentándome en el escritorio y recogiéndome el pelo con una pinza. Tenía que revisar un par de pacientes antes de volver a casa y me sustituyera otro.

Estaba mirando algunos archivos que me habían dado de otros pacientes cuando entró la Doctora Swan. Me quité las gafas y le sonreí, levantándome.
-Gracias- le dije, contestando a su saludo. -No pasa nada si no ha podido venir, le entiendo, acabo de mudarme y este clima no se parece en nada al de Nueva York.- le dije riéndome. -Bueno, pues dentro de un rato me pasaré por su oficina doctora.

Entré en mi oficina seguida de esa chica. Parecía un poco grave la herida. Le señalé la camilla para que se sentara mientras yo buscaba todo lo necesario.

-¿Cómo te lo hiciste?- le pregunté mientras me ponía las gafas y buscaba unos papeles. -¿Te importa si te cojo los datos?

-Si, nombre, fecha de nacimiento, grupo sanguíneo, domicilio, ese tipo de datos, nada del otro mundo.- dije extrañada por su reacción. Parecía preocuparle algo... -Bueno, al menos dime solo tu nombre para no llamarte ''la chica del brazo fracturado''.- comenté en tono bromista. -Da igual, haz lo que quieras, no quiero obligarte. Te curaré y ya está.

Apunté en la ficha los datos que me dijo y dejé los papeles en la mesa. Me puse unos guantes y le quité la venda manchada de sangre. Examiné la herida detenidamente.

-¿Te clavaste algo?- le pregunté. Cogí el algodón y lo mojé de alcohol. -Te escocerá un poco.- la previne. Pasé el algodón por la herida para desinfectar.

-No, no lo es. Pero no lo hizo mal. Sino lo llega a hacer, estarías desangrándote en medio del bosque y nadie podría ayudarte. Te has hecho una buena herida.- cogí una venda y empecé a vendarle el brazo. -Bueno, esto ya está. Solo te pido un poco de reposo y no te toques la venda. Vuelve en un par de días más o menos para la revisión.

-Se llama Jacob Black. Vive en La Push y es muy amigo de la doctora Swan y su hermana Bella. La última vez que hablé con él era novio de esa chica... como se llamaba... ¡Luna! Si eso, Luna era. Pero ahora no lo se muy bien. Y lo más reciente que se es que ha sido disparado y yo lo he operado.- le dije sentándome en mi escritorio y mirando algunos papeles. -Bueno, supongo que te veré otro día. Ten cuidado la próxima vez que estés en el bosque, a ver si te voy a tener que operar a ti también.- comenté en tono bromista la última parte.

-Mmm... no lo se muy bien, pero quizás fue un cazador que se confundiría. El bosque a veces es muy oscuro y puede confundir hasta al más experto.- le dije concentrándome en ella. -¿Por qué lo preguntas?

Entré en la oficina y cerré la puerta con rapidez. Me senté en el escritorio y apoyé la cabeza en una mano. No sabía qué eran esas imágenes, pero tenía claro que lo que había visto no me gustaba. Me sorprendí a mi misma notar que estaba algo asustada. ¿Cuándo fue la última vez que lo estuve?

Me detuve en la puerta y di dos toques. Esperé unos segundos y abrí. Estaba sentada en el escritorio con mala cara. Urgué en su mente y me percaté de lo que era. Lo había descubierto ya. Entonces al menos no sería tan complicado como pensaba.

-Buenas, doctora Adams.- dije cerrando la puerta. -¿Podemos hablar?

Sonaron dos toques y la puerta se abrió. Me enderecé y vi que entró Edward Cullen, el hijo del doctor Cullen. Lo había visto por aquí alguna que otra vez, pero poco.

-Hola, señor Cullen.- dije sentándome bien. Señalé una silla que había enfrente mía para que se sentara. -Claro, siéntese.

No necesitaba sentarme, pero lo hice por educación. La miré fijamente y tras unos segundos, me decidí a hacerlo. Alargué mi mano hacia ella.

-Coja mi mano un segundo.- dije con firmeza. -Lo entenderá en cuanto lo haga.

Al principio me extrañó, pero lo hice. Lo primero que noté fue su temperatura, más baja de lo normal, pero percibí otra cosa. En mi mente volvieron a pasar las mismas imágenes. Le solté con rapidez y parpadeé jadeando levemente.

-¿Qué era... eso?- pregunté algo aturdida. Lo había visto antes cuando estaba hablando con el nuevo doctor.

Observé en su mente lo que ella había visto. Era algo escalofriante. La verdad es que a mi no me gustaría tener que ver esas cosas. Llegaba el momento de explicar...

-Eso es tu poder.- dije sin muchas explicaciones. -Tú no lo sabías, pero puedes ver el futuro. Me di cuenta hace poco, en una de mis visitas.

-¿M-mi poder?- dije sin poder explicármelo, pero ahora había cosas que encajaban. Pero... ¿y lo que había visto? Eso si que no lo sabía. -¿Tú sabes lo que me pasa?